martes, 28 de junio de 2011

Ellos perfectos y nosotros imperfectos.

Por motivos de trabajo hace unas semanas conocí a una familia de anuncio, una pareja que siempre van perfectos y unos niños que son muñecos.

Su vida se basa en buscar la perfección de lo perfecto y, realmente me pareció triste.

Cierto es que su casa jamás, de los jamases pasará un día con juguetes por el medio, pinturas rupestres en las paredes, chuches y bollos entre los cojines del sofá y mucho menos con su jardín desarreglado por camiones, coches, bicis y triciclos mal aparcado (Alguno de estos vehículos empotrados en el seto de la entrada)… vamos, su casa seguro que no tendrá un día como los suele tener la mía.

Sus hijos son perfectos, educados, bien hablados y lo que mas me sorprendió, donde los sientes se quedan, su ropa no se arruga y mucho menos se ensucia, ya que no se mueven, ainssss! Me dio envidia, sana, muy sana de ver esos niños tan, pero tan tranquilos.

Conozco muchos niños; tengo sobrinos, ahijados e hijos de amigos que son como sangre de mi sangre y, nunca en mi vida había compartido con niños de este tipo, para mi la tranquilidad en un niño estaba basada en que fueran un 25% de activos que mi hijo mayor, vamos, Ángelo y Mariana eran mis ídolos asta ver con mis ojos la tranquilidad y el sosiego en carne… Esta familia nunca vivirá charlas monotemáticas sobre no te tires al suelo cada vez que lleven a sus hijos al parque, comunión, boda, comida familiar etc. Etc. Y seguro que no han tenido que repetirles mas de 2 veces eso de “no te levantes” o “como te manches te enteras”.

Siendo sincera, seguro que ellos no habrán corrido detrás de sus pequeños con la mano levantada y en la boca un “te voy a matar” como yo cada día.

Esta pareja, una pareja de ensueño… la perfección, pura y dura, ya os podéis imaginar, peluquería, vestuario, maquillaje, manicura, perfume y completos a la moda, 100% chic… pongo la mano en el fuego que ninguno se ha levantado con una chocolatina derretida en el pelo o con la cara pintarrajeada de rotuladores, si es que segurito que jamás se han ido a trabajar con cara de zombie combinada con daltonismo en la combinación de la ropa, por haber estado en batalla mañanera con sus hijos por desacuerdos en el menú del desayuno:

Mamá yo quiero zumo… joooooooooooo pero de melocotón no, de piña…. Eh!!! Lo quiero como el del hermano, de piña y soja, este ya no lo quiero.

Supongo que ya vais entendiendo por que me pareció triste, una familia sin vida, sin nada fuera de lo común, es una familia que no se conocen entre sí… Hay tantas ataduras y cánones que no los deja ser ellos mismos.

Sus hijos clones de la perfección que no saben ser niños y que la única que le contará sus pequeñas travesuras es aquella mujer que le da su tiempo a cambio de un sueldo, esa mujer que los acompaña en cada paso de su día a día.

Claro que toda madre quiere hijos buenos, tranquilos, callados y educados, pero toda, toda madre quiere que sus hijos exploten su forma de ser, que sean curiosos aunque esa curiosidad nos lleve por el camino de la amargura y sobre todo, una madre quiere ver como crecen sus hijos.

Cuando mis hijos sean grandes tendré tantas anécdotas que contarles, tendré tantas fotos, dibujos e inventos que enseñarles.

Soy una madre repetitiva y muy, muy cansina, al terminar el día termino con dolor de cabeza de tantas historias que me cuentan, de todos los gritos que les pego, de las risas que compartimos y de las batallas que nos montamos… Cuando termina la jornada y veo a mis hijos dormir tranquilos, ajenos a todo, envueltos solamente en sus sueños, doy gracias por ver su día a día 100% como ellos son, intranquilos, curiosos, mal hablados y muy, muy revoltosos.

Ver a mis hijos en toda su esencia es, saber que en un futuro tendré hombres realizados, que no tendrán barreras o estereotipos que los aten.

Mis hijos van alegres con una camiseta de los GORMITI comprada en un chino y no reparan en que sus amigos llevan LACOSTE.

En mi familia va la crianza natural, por que lo natural es la búsqueda de la imperfección en la perfección.