martes, 3 de septiembre de 2013

Septiembre: Preparar o no cumpleaños.

Hoy 3 de Septiembre es cuando caigo en que estamos en Septiembre, mes de nuevos comienzos y de grandes aceptaciones; nuevamente vuelve la entrada al colegio de mis hijos, tendremos que aceptar que ya hace un año de la partida de Garoa, que tengo que volver al trabajo y lo mas especial de Septiembre, llega el cumpleaños de mi hijo Enyel.
Enyel cumple 9 años en unos días, si señoras y señores mi hijo esta grande, el tiempo ha pasado tan rápido, que no estoy segura de si me he dado cuenta de que mi hijo ya es un hombrecito, tengo que ir asimilando que está tocando las puertas de la adolescencia, que ya le queda poco tiempo de niñez y que tengo que aprovechar al máximo este último periodo de infancia, estas últimas rachitas de inocencia infantil… se crece mi primogénito.

No es un secreto que Enyel tiene cierta manía al mes de Septiembre y desde la muerte de Garoa más aún, él año pasado no pudimos celebrar su octavo cumpleaños por el estado anímico generalizado donde las caras alegres estaban muy disipadas, y él, lo acepto con tanta adultez que nos asusto mucho, no titubeo para decir “tampoco me apetece” y aunque un año después todos estamos anímicamente mucho mejor y hemos decidido celebrar este nuevo año de vida de mi hijo, el niño no quiere, dice que no le gusta… A unos días del cumpleaños me tiene patidifusa, en Babia, sin estado, podría hacerle muchas preguntas por su decisión tan radical, aun yo sabiendo las respuestas, simplemente para hacerlo cambiar de parecer, pero es justo agobiarlo en celebrar cuando él no quiere?¿.
Yo le he planteado que no vamos a celebrar su cumpleaños, pero si voy a festejar por mí, ya que yo también cumplo 9 años de mamá, tras este nuevo planteamiento él quedo pensativo, vamos a ver en qué puerto atracamos, solo faltan 7 días y reconozco que siento cierta ilusión.



Tuyos, míos, nuestros: Ahora con papá - La costa azul de Francia.

Desde hace años mis hijos pasan unos días de verano exclusivamente con su padre, nunca me había metido a opinar o a planificar con ellos estos días,  tal vez sea porque sus viajes veraniegos se comenzaron a dar a raíz de que yo no podía ir con ellos de vacaciones debido al trabajo, con lo cual mi boto para participar quedo anulado, pero este verano donde estoy  intentando que fluya el cambio en mi casa los acompañe unos días.

Cuando es papá quien planea unas vacaciones lo único que predomina es el caos, no hay descanso, todo es agotamiento, una tempestad de trafico de cosas en un plano desordenado, donde los niños van vestido con un estilo daltónico, los peines no existen y la hora de la comida se lleva a cabo en un buffet libre, donde las dietas y el orden desaparecen por completo. Vacaciones sin reglas, donde cada uno de ellos con sus particularidades realiza todos sus deseos, comparten y en la vuelta a casa llegan deseosos de que el tiempo pase pronto para volver a ir con papá a compartir esos días de chicos.

Días de chicos donde mamá pinta poco, por no decir nada… Si no hay orden, ni reglas, ni un mínimo de cordura, las madres como yo nos sentimos desplazadas, perdidas en el campo de la maternidad: -De verdad es sano que vayan a comer llenos de arena?, según su padres eso fortalece sus defensas, los vuelve inmunes a cualquier virus por arena… Es bien sabido que los padres no ven igual que las madres ciertos aspectos de la educación de los hijos y menos mal que es así, si no, hoy tendría algodones de azúcar multicolores por hijos.

Nota: Ojos que no ven, corazón que no siente… las vacaciones de chicos, son de chicos, mamá no entra si no está buscando que le de un infarto.



Tuyos, míos, nuestros: Ahora con mamá - República Dominicana.

Este ha sido un verano fructifico en viajes, en planes vacacionales donde mis hijos han disfrutado como enanos y los adultos como niños. Os cuento que…
Desde hace un tiempo atrás, por no decir años, en mi casa se ha implantado una nueva modalidad de vacaciones de verano, donde papá disfruta de unas semanas plenamente con sus hijos mientras mamá sigue trabajando, esta modalidad se asemeja mucho a padres separados que disfrutan de las vacaciones de los hijos cada uno por un extremo, cada uno de una forma tan distinta, donde los pequeños se ven en medio de un partido, donde lo que se pierde es el tiempo.

 Este nuevo tipo de vacaciones veraniegas la llevamos arrastrando años, creo que no recuerdo el último verano donde salí de viaje con mis hijos y mi marido, no logro recordar 5 días seguidos todos juntos desconectados del trabajo, del móvil, de los emails…  pero este verano tras un año diferente he querido que cambiara, aunque no sé si lo he logrado, sé que en mi casa ha comenzado la revolución del cambio.

Este mes de Julio he viajado unos días a mi país con mis hijos menores, un viaje sin muchos planes, un viaje destinado a intentar recuperar un pequeño remanso de paz, disfrutar de ellos y lo más importante, buscando compartir con mi familia y queriendo hacer partícipe a mis hijos. En esos días puse de mí para estar 24h. al día con Bryson y Guillermo, puse de mi para ir con ellos a la playa, comer helados, llevarlos al parque y dormir juntos, contarles un cuento y llenarlos de besos… Quería implantar recuerdos bonitos en un año duro, quería o más bien necesitaba que ellos vieran que su madre los ama, que yo seguía estando presente en sus recuerdos bonitos. Lo triste de ese viaje fue descubrir lo mucho que los padres nos perdemos de los hijos por nuestro propio ego, por nuestra necesidad de ser el mejor o por nuestras propias frustraciones; lo sorprendente fue ver el cambio en mis hijos, sus caras de asombro al ver que deje en un paréntesis el trabajo, el móvil, el portátil, los email y el estrés por andar con ellos de paseo, por estar con ellos pasando las horas en la playa. Bryson me llego a preguntar: Mami que está pasando?.

Al regresar a casa fue cuando entre en consciencia que mis hijos necesitan que pare de vez en cuando, que tenga un stop para estar con ellos 24h. dedicándoles unos días donde ellos sean los reyes, donde no haya nada más importante que curar sus arañazos, escuchar sus cuentos, chistes y planes, entendí que ellos necesitan más tranquilidad y menos prisas, más tiempo de calidad y menos tiempo material, una crianza más natural.


Nunca me he considerado una mujer perfecta en ninguno de los sectores de mi vida, no soy una buena madre, tampoco una esplendida esposa, tal vez sea una amiga mediocre, pero sé que intento todos los días ser mejor en todo esos campos de mi vida.